VALLADOLID, 16 de noviembre. En una profunda reflexión sobre la crisis generada por la reciente DANA, el arzobispo de Valladolid y líder de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, ha denunciado la "rapiña y el populismo de la antipolítica" que han surgido en respuesta a esta devastadora situación. Sin embargo, también ha reconocido que esta tragedia ha dado lugar a un "alma común y fraterna" entre las comunidades afectadas.

Argüello ha plasmado sus pensamientos en una carta pastoral que fue divulgada el pasado sábado. En ella, se enfoca en la "catástrofe" que han sufrido Valencia y otras regiones de España, describiéndola como una "tragedia inmensa" que ha causado un "desgarro" en el seno de las personas, las familias y el tejido social y económico del país.

El arzobispo ha expresado su tristeza por el desasosiego y la pérdida de vidas que esta calamidad ha ocasionado, afirmando que "no es fácil de recoser, en la pérdida de los fallecidos es humanamente imposible". Alude a la maraña de discusiones y análisis que han acompasado este evento, donde los gritos, comentarios y evaluaciones han estado a la orden del día, abordando temas como la tecnología de prevención, la coordinación en el ámbito estatal, y la relación entre políticos.

En su análisis, Argüello también ha indicado que la responsabilidad no puede ser fácilmente atribuida a un solo agente, ya que se puede retroceder en el tiempo y encontrar culpabilidades en las políticas de urbanismo de las últimas décadas y en el efecto del calentamiento del Mediterráneo, resultado de nuestro modelo de producción y consumo. "Con la culpa podemos jugar ad infinitum", reflexionó, subrayando la complejidad de la situación.

El arzobispo ha lanzado un interrogante crucial: "¿a quién mirar?". Su visión crítica sugiere que ni el Estado ni el Mercado son capaces de rescatar a la sociedad, a pesar de que se presenten en tiempos recientes como salvadores con la capacidad de cumplir sus promesas. "Reducidos a consumidores y votantes, Mercado y Estado nos ofrecen una salvación y un progreso que no es suficiente", apuntó.

A pesar de esta crítica al sistema, Argüello también ha resaltado la chispa de esperanza que ha emergido de la tragedia de la DANA, indicando que ha reavivado un "alma común y fraterna" entre las personas, promoviendo el deseo de ayuda y solidaridad, un acto que excede el ámbito comercial y que trasciende la mera acción política.

En términos de reconstrucción social, el arzobispo argumenta que "el Estado y el Mercado necesitan del don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica". Su visión de fraternidad post-DANA se presenta como un barómetro de la bondad innate que reside en el ser humano. "El corazón humano está bien hecho, es hijo del amor y llamado al amor, pero está herido", meditó Argüello.

Al hilo de su reflexión, también se ha hecho eco de las sombras que han aparecido en este contexto, acentuando la existencia de "rapiña y populismo de la antipolítica". En este sentido, se ha preguntado: "¿Quién nos librará de la culpa originaria de la que brotan la codicia y la dominación?" y "¿quién nos dará esperanza ante la muerte?".

Argüello ha subrayado que este "acontecimiento catastrófico" de la DANA debería llamarnos a una "humildad, esperanza y paciencia activas", recordando las palabras del Papa Francisco sobre cómo la vida está compuesta de "alegrías y dolores" y que "el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades".

Con un llamado a la acción, el arzobispo aboga por "transformar el dolor en virtud", exhortando a que la comunidad use herramientas de solidaridad y compromiso cívico para fortalecer la amistad social y la fraternidad. "Las palas y las escobas son también una llamada a tomar otros instrumentos", añadió.

Finalmente, Argüello concluyó su mensaje instando a la sociedad a seguir orando por las personas que han perdido la vida y a ser solidarios con quienes han sido afectados por la DANA, invitando a transformar ese dolor colectivo en un motor de virtud y esperanza para el futuro.