BURGO, 3 de julio. Recientes investigaciones arqueológicas han revelado que nuestros antepasados que habitaban la cueva de la Gran Dolina, en Burgos, hace más de 400.000 años, practicaban una caza de bisontes que puede considerarse sostenible. Este importante hallazgo, llevado a cabo por un equipo de expertos bajo la dirección de Guillermo Rodríguez-Gómez, de la Universidad Complutense de Madrid, y Antonio Rodríguez-Hidalgo, del Instituto de Arqueología-Mérida del CSIC y la Junta de Extremadura, se ha publicado en la revista Scientific Reports.
El equipo se centró en el análisis de los restos fósiles de al menos 60 bisontes encontrados en el nivel TD10.2-BB, un estrato arqueológico que ofrece un rico contexto sobre la caza comunitaria. Mediante el uso de técnicas zooarqueológicas y modelos demográficos, lograron estudiar la edad y masa corporal de los animales, así como la energía que habrían brindado a los grupos humanos de la época.
Como explica Rodríguez-Hidalgo, los investigadores encontraron evidencia de una mortalidad catastrófica, con individuos de todas las edades entre los restos, lo que sugiere que las cacerías no se centraban solo en los animales más jóvenes o débiles. “Lo que observamos son los resultados de eventos de caza comunal que implicaban la muerte de manadas enteras”, añade.
El estudio indica que esta forma de caza permitía a los humanos recolectar grandes cantidades de carne y grasa en épocas clave del año, como al final de la primavera y el inicio del otoño. “Nuestros resultados revelan que la población de bisontes no se vio afectada negativamente, sino que, de hecho, estaba en crecimiento, lo que indica que las personas no estaban agotando este recurso”, complementa Rodríguez-Gómez.
Para reconstruir esta narrativa prehistórica, los investigadores integraron análisis dentales, que proporcionan datos sobre la edad de los animales al momento de su muerte, con tablas de vida, que ayudan a modelar cómo evolucionan las poblaciones a lo largo del tiempo. Asimismo, aplicaron cálculos alométricos para estimar el peso de los bisontes y la energía que estos habrían podido aportar a los grupos humanos. Esta diversidad de metodologías permitió evaluar tanto el impacto de la caza como su viabilidad ecológica.
Los autores del estudio sugieren que, aunque la caza era intensiva, no era necesariamente resultado de un plan estratégico, sino que se trataba de una relación equilibrada y sostenida entre los humanos y los bisontes, en un ambiente interconectado y lleno de recursos.
Este descubrimiento no solo proporciona valiosos datos sobre las tácticas de subsistencia de los primeros europeos, sino que plantea nuevas interrogantes sobre la dinámica entre el comportamiento humano y la sostenibilidad ecológica en la Prehistoria.
El estudio ha contado con la participación de científicos del Equipo de Investigación de Atapuerca provenientes de diversas instituciones en España, como el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA), el Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC (MNCN), la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
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